TAREA 12 ETICA

 La "Regla de moralidad y virtud" en el pensamiento de Adam Smith se centra en la interconexión entre las emociones humanas, los juicios morales y el comportamiento virtuoso. En su obra "Teoría de los sentimientos morales", Smith explora cómo los individuos forman sus juicios morales y cómo la simpatía juega un papel central en este proceso.

Smith argumenta que la simpatía, entendida como la capacidad de compartir y entender los sentimientos de otros, es la base de la moralidad. Según él, cuando observamos las acciones y emociones de otras personas, imaginamos cómo nos sentiríamos en su lugar. Esta empatía nos permite aprobar o desaprobar sus acciones, lo cual constituye la base de nuestros juicios morales. De esta manera, la simpatía nos guía a actuar de manera moral, ya que buscamos la aprobación de los demás y queremos evitar su desaprobación.

Para Smith, la moralidad no es simplemente una cuestión de cumplir con reglas abstractas, sino que se basa en la interacción social y la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Este enfoque se contrapone a las teorías que ven la moralidad como un sistema de reglas universales aplicadas de manera imparcial y desinteresada. En lugar de eso, Smith sostiene que nuestras emociones y relaciones sociales son fundamentales para comprender y practicar la moralidad.

La virtud, en el pensamiento de Smith, se divide en dos categorías principales: virtudes de prudencia y virtudes de benevolencia. Las virtudes de prudencia están relacionadas con el interés propio y la autoconservación, y aunque pueden parecer egoístas, son necesarias para el bienestar individual y, por extensión, para el bienestar social. Las virtudes de benevolencia, por otro lado, incluyen la justicia, la generosidad y la caridad, y están dirigidas al bienestar de los demás. Smith considera que una persona virtuosa debe equilibrar ambas categorías de virtudes, actuando de manera que promueva tanto su propio interés como el de la sociedad.

La justicia ocupa un lugar especial en el sistema ético de Smith. Según él, la justicia es fundamental para la cohesión social y es la virtud más importante para el funcionamiento de una sociedad. Sin justicia, las personas no podrían confiar unas en otras, lo que haría imposible la cooperación y la coexistencia pacífica. Smith ve la justicia como una virtud negativa, en el sentido de que su principal objetivo es prevenir el daño a los demás, más que promover activamente el bienestar. La justicia, por lo tanto, establece los límites dentro de los cuales las personas pueden buscar sus propios intereses sin perjudicar a los demás.

La importancia de la aprobación social en el pensamiento de Smith no debe subestimarse. Él argumenta que los seres humanos tienen una necesidad innata de ser aceptados y aprobados por sus semejantes. Esta necesidad actúa como un poderoso motivador para el comportamiento moral. Smith introduce la figura del "espectador imparcial", un concepto que representa una voz interna que evalúa nuestras acciones desde una perspectiva neutral. Este espectador imparcial nos ayuda a juzgar nuestras propias acciones de manera objetiva y a actuar de acuerdo con los estándares morales aceptados.

En resumen, la "Regla de moralidad y virtud" de Adam Smith destaca la importancia de la simpatía, la aprobación social y el equilibrio entre las virtudes de prudencia y benevolencia. La justicia es fundamental para la cohesión social, y la figura del espectador imparcial nos guía hacia el comportamiento moral. La moralidad, según Smith, es inherentemente social y emocional, basada en nuestra capacidad de empatía y nuestra búsqueda de aprobación por parte de los demás.

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